Miguel Ángel Gallardo, Presidente de AFELMA
En un momento de transición económica, energética y medioambiental, la rehabilitación de edificios se erige como un pilar fundamental para consolidar el cambio hacia un modelo más sostenible. Los edificios son responsables de una parte sustancial del consumo energético -en España, de un tercio del consumo de energía final- lo que les convierte en un campo de acción esencial para reducir nuestro impacto ambiental.
Al igual que el resto de Europa, España se enfrenta al reto de avanzar en la calidad arquitectónica de su parque edificado -el 90% se construyó antes de la aprobación del CTE-, remodelando viviendas y espacios de trabajo mayoritariamente ineficientes para adaptarlos a una sociedad cada vez más consciente de su impacto ambiental y dependencia energética, pero que al mismo tiempo aspira a ganar en confort y bienestar.
Nuestro país se encuentra en un momento crucial para abordar estos retos. Apostar por la calidad arquitectónica no solo implica una mejora estética y funcional, sino que supone un compromiso con la eficiencia energética y la reducción de la huella ecológica. Por otro lado, pasamos el 90% de nuestro tiempo en entornos construidos y, si bien la calidad de estos espacios impacta en el medioambiente, también lo hace directamente en nuestra salud.
En este contexto y con la ayuda de los fondos europeos, la rehabilitación ofrece una oportunidad única para modernizar nuestras infraestructuras. Este proceso, sin duda, requiere una colaboración estrecha entre las administraciones y el sector privado, donde se priorice el aislamiento, que es la vía más rentable para disminuir la demanda energética, recortar las emisiones y elevar los niveles de confort en viviendas y centros de trabajo. La energía más sostenible, limpia y barata es la que no se consume.
Un buen aislamiento térmico es la mejor forma de hacer un uso eficiente de la energía y rebajar así el recibo energético en más del 50% en muchos casos. En este sentido, materiales como las lanas minerales -el más usado en la UE- son el mejor de los aliados por tener unas propiedades que contribuyen tanto a la eficiencia energética como al bienestar de las personas. La capacidad de las lanas de roca y las lanas de vidrio para aislar térmicamente los edificios ayuda a mantener una temperatura constante, reduciendo la necesidad de climatización y, por ende, disminuyendo el consumo energético.
Junto a los beneficios energéticos y medioambientales, el aislamiento con lanas minerales también contribuye a mejorar el confort en el interior de los edificios. Su capacidad para absorber el ruido y regular la humedad contribuye a la creación de ambientes más confortables y saludables. Además, y a diferencia de otros materiales, son resistentes al fuego, lo que mejora la seguridad estructural de los edificios. Otro aspecto destacable es que presentan una menor huella ambiental durante su producción y son reciclables al final de su vida útil.
En definitiva, a través de la inversión en calidad arquitectónica, en materiales de contrastada eficacia como las lanas minerales, España puede liderar el camino hacia un futuro donde vivir y trabajar sea más saludable, seguro y sostenible.
